Evangelio según San Lucas

El Evangelio según San Lucas

El Evangelio de la Misericordia (I)

Si bien es cierto que en los cuatro evangelios encontramos el testimonio del misericordioso amor de Jesús, los estudiosos de la Biblia llaman al texto de San Lucas «El Evangelio de la Misericordia».Logoaniomiseri
En este evangelio tienen un papel destacado todas las personas que en tiempo de Jesús sufrían particularmente de algún tipo de exclusión o estaban especialmente necesitadas de la misericordia de Dios. Entre esas personas se cuentan:
* los enfermos y leprosos, que a causa de su padecimiento eran señalados como impuros;
* los pobres, que no encontraban lo necesario para subsistir;
* los extranjeros y samaritanos, tildados de herejes;
* los pecadores, obligados a pesados rituales para recuperar su lugar en la asamblea creyente;
* los publicanos – recaudadores de impuestos -, juzgados como traidores y corruptos;
* las mujeres, excluidas de la vida pública y consideradas menos dignas que el varón para dar culto a Dios.

El Evangelio según San Lucas muestra la dedicación especial que Jesús tiene hacia estas personas, a quienes ofrece gratuitamente sanación, inclusión, vida y perdón. A la mujer pecadora que llora Jesús le dice: «Tu fe te ha salvado, vete en paz» (Lc 7,50). A Zaqueo, jefe de publicanos criticado por todos, Jesús le proclama: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa» (Lc 19,9). A la viuda de Naím que llora por su hijo muerto se le acerca con ternura para decirle: «No llores» (Lc 17,13). Al leproso que le pide salud le confirma la curación con energía: «Quiero, queda limpio» (Lc 5,13).

Con estas acciones, Jesús inaugura el Reino de Dios, que no excluye a nadie, porque Dios es padre amoroso de todos. Jesús está aquí para transformar con su amor misericordioso todas las realidades de pecado y de dolor, y para hacerse solidario con todas nuestras miserias.
Y así como Jesús nos da el consuelo de su misericordia y su cercanía, también nos exhorta a que nosotros seamos «misericordiosos como el Padre», recibiendo a todos y formando una Iglesia donde todos encuentren su lugar.

 

El Evangelio de la Misericordia (II)

MARÍA CANTA LA MISERICORDIA DE DIOS
“Mi alma canta la grandeza del Señor
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador.
Derribó a los poderosos de sus tronos
y elevó a los humildes”
Lucas 1,46.52
El cántico de María dice que la misericordia de Dios “se extiende de generación en generación…” y esa es la esperanza de los y las pobres de la tierra, de todas las personas que andan por los caminos ansiando libertad y vida digna para todos los pueblos, en todos los tiempos.
En la misericordia que el Evangelio de Lucas nos muestra, podemos rescatar a las mujeres, especialmente. Cómo la mirada amorosa del Padre se posa en Isabel y en María. A una, rescatándola de una vida de exclusión a causa de su esterilidad y a la otra, casi en el otro extremo de la vida, haciéndola portadora de vida nueva para toda la humanidad. Realmente podemos decir que “su misericordia se extiende de generación en generación”.
El rostro Dios que se nos va revelando en el cántico manifiesta la misericordia histórica de Dios en la vida de los pobres, de los excluidos y excluidas de todas las generaciones.
Es el Dios que propone misericordia acompañada de justicia y de transformación social. La vida de los pobres puede cambiar, por eso junto con María pueden estremecerse de gozo, danzar y cantar su felicidad porque Dios misericordioso los mira con bondad y en María y en todos nosotros puede hacer grandes cosas.
Nos unimos al canto de María, celebrando la misericordia de Dios hacia las mujeres y varones de todas las generaciones que clamaron y siguen clamando por liberación, por justicia, por salud, por la VIDA.

El Evangelio de la Misericordia (III)

» Perdonar mucho, Por Amar mucho»

Continuando con el camino de la Misericordia, hace un par de domingos el evangelio nos presentaba el episodio de la mujer pecadora que entró en casa del fariseo.

Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: «Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora! (Lc 7,36-39)

El fariseo sólo puede ver en la mujer su condición de pecadora. Todo lo que ella hace es interpretado desde esa condición. Por eso el fariseo no puede entender que Jesús se deje TOCAR. Si es un profeta ¿cómo va a entrar en contacto con algo que no es santo, cómo va a «mancharse» de esa manera?
Jesús ve más allá. Jesús recibe las expresiones de amor de esta mujer, y puede interpretarlas libre de prejuicios. Capta el sentido hondo de las lágrimas y de los besos, y por eso dice de ella: Te digo que sus pecados,sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor (Lc 7,47).

Hay mucho Amor en esta mujer. Y hay mucho Amor en Jesús, que recibe, contempla y perdona.
Jesús no PREJUZGA como hacemos los seres humanos poniéndonos en una postura farisea.
Jesús sabe que ella es pecadora, pero El deja el pecado atrás, pues el Amor lo supera.
Jesús abre nuestros corazones al AMOR MISERICORDIOSO, para que no olvidemos que nuestro Padre Amoroso ¡nos perdona siempre!.
Y para que así, como esta mujer, vayamos en paz.

 

El Evangelio según San Lucas (IV)

Las comidas de Jesús

Participar juntos de una comida es siempre un momento de alegría y de comunión. Solemos compartir nuestra mesa con los seres más queridos, amigos y familiares, con quienes nos unen los sentimientos y las experiencias en común.

En numerosas ocasiones el Evangelio según San Lucas nos presenta a Jesús compartiendo la mesa con distintas personas: con sus discípulos, con las multitudes de hombres, mujeres y niños, con los fariseos y con los pecadores. Al comer con los pecadores, Jesús da un signo evidente de la misericordia de Dios: el Padre nos invita a todos a participar de la mesa del Reino. Es una mesa de fiesta, un verdadero banquete, al que accedemos gratuitamente por la misericordia de Dios. Jesús, al invitar a los pecadores a su mesa, les ofrece un signo de paz y de reconciliación.

Todos los recaudadores de impuestos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírlo, y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
– Este recibe a los pecadores y come con ellos. (Lc 15,1-2)

Justamente en esta circunstancia es cuando Jesús relata la parábola del hijo pródigo y el padre misericordioso. En esa parábola, el padre manda a preparar un asado de fiesta por el regreso del hijo. Es lo mismo que está haciendo Jesús: ofrecer a los pecadores una mesa de fiesta.
En ese relato el hermano mayor, que no quiere entrar al festejo, representa la actitud farisea. ¿Serán capaces los puntillosos cumplidores de aceptar que Dios pone la mesa para el pecador arrepentido? Con aceptar simplemente este amor misericordioso y reconciliador pueden ellos también participar del banquete.

Dios Padre ha preparado la mesa del Reino. Y quiere que seamos muchos los que aceptemos su invitación.

  • * **

Sobre Lucas cap. 4: 1ra. parte

2da. parte

Análisis narrativo: claves del relato

Método o Análisis Narrativo. Este método se propone analizar cómo comunica el autor su mensaje al lec­tor y con qué estrategia organiza el autor el desciframiento del sentido por parte del lector.El análisis narrativo subraya que el texto funciona igualmente como un “espejo”, en el sentido de presentar una cierta imagen de mundo – el “mundo del relato” – que ejerce su influjo sobre los modos de ver del lector y que lo lleva a adoptar ciertos valores más bien que otros.

A este género de estudio, típicamente literario, se asocia la reflexión teológica, que considera las consecuen­cias que comporta, para la adhesión a la fe, la naturaleza del relato – y por tanto el testimonio – de la Sagrada Escritura, y deduce de allí una hermenéutica práctica y pastoral.

La Interpretación de la Biblia en la Iglesia, Pontificia Comisión Bíblica, 1993

Aplicación del método narrativo

D. Marguerat  e  Y. Bourquin, Cómo leer los relatos biblicos, Ed. Sal Terrae, Santander, 1998

El método narrativo analiza un relato teniendo en cuenta los siguientes elementos: la trama, los personajes, el marco temporal, geográfico y social, la voz del narrador y el papel del lector.

La trama: Para el estudio de la trama, los autores citados proponen aplicar el “esquema quinario”. Según este es­quema , todo relato se define por la presencia de lindes narrativas (situación inicial y situación final) entre las cuales se establece una relación de transformación. La transformación hace pasar al sujeto de un estado a otro, pero ese paso debe ser provocado (nudo) y aplicado (desenlace).

Situación inicial o exposición

Nudo

Acción transformadora

Resolución o Desenlace

Situación final

Tipos de tramas

Trama de resolución: trama cuya acción transformadora opera en el plano pragmático (hazaña, curación, etc.).

Trama de revelación: trama cuya acción transformadora consiste en una ganancia de conocimiento sobre un personaje de la historia contada. En el caso de una trama de revelación, el hacer se convierte en el instru­mento de una ganancia de conocimiento.

Los personajes

Son los personajes quienes encarnan los valores que el relato propone. Por esto consideramos pertinente anali­zar la caracterización de los mismos. La caracterización de los personajes es la respuesta a la pregunta ¿quién es Fulano? Al realizar este análisis vale la pena recordar que «en las narraciones bíblicas los personajes están casi siempre al servicio del argumento y rara vez son presentados sólo por ellos».

¿Quiénes son los personajes que aparecen en este relato, qué sabemos de ellos? ¿Quién da información sobre ellos: el narrador, otro personaje, ellos mismos?

El marco geográfico – Los lugares

Lc 19,28-24,53JERUSALÉN Hech 1,1-8-3JERUSALÉN
Lc 9,51-19,27Subida a JERUSALÉN Hech 8,4 – 12,25Judea y Samaria
Lc 1-2Jerusalén/
Galilea/Judea
Lc 3,1-9,50Galilea Hech 13,1- 28,30Confines


Zaqueo y Jesús: Lc 19,1-10

Si el narrador presenta a Zaqueo en los vers. 1b-4, lo hace precisamente en función de Jesús que tiene que pasar por allí (v. 4b) y a quien Zaqueo desea ver (v.3); el polo de atracción de todos, del recaudador y de los demás que están a la orilla del caino, es ciertamente Jesús. Y si el relato se refiere a la revelación, por parte de Jesús, de la identidad oculta, y hasta perdida, de Zaqueo como creyente, no es éste su único propósito, ya que, por su parte, Zaqueo va a descubrir en Jesús a su Señor:

v. 3   desde   “buscaba ver quién era Jesús”

v. 8   hasta    “le dijo al Señor: ¡Señor!”

¿Cómo se ha hecho posible por otra parte esta transformación? Zaqueo quería sólo ver a Jesús. Si Jesús no se hubiera detenido y no lo hubiera interpelado, no habría ocurrido seguramente nada; pero su iniciativa cambió la vida de un hombre. En una palabra, Jesús no es solamente el agente de la transformación, sino que la provoca.

Ceguera y recuperación de la vista

Una lectura incluso rápida de nuestro pasaje no puede menos que destacar una serie de términos que guardan relación con la vista:

v.3  Zaqueo quería ver quién era Jesús

v.4  se sube a un árbol para verlo

v.5  levantando los ojos, Jesús le dice…

v.7  habiéndolo visto todos…

Zaqueo quería ver a Jesús y lo vio. Hasta ahora, nada de especial. Pero ya hemos señalado la extrañeza de la fórmula: “ver quién era Jesús” que de alguna manera revelaba el deseo profundo de nuestro hombre, que, como hemos comprobado, se  cumplió por encima de lo esperado, puesto que vio quién era Jesús; el título de Señor (kyrie) utilizado en el v. 8 atestigua efectivamente la fe de Zaqueo. Pero si el encuentro y la forma con que Jesús lo interpeló le abrieron los ojos, la transformación no se detuvo allí. Se trata de alguien que quería conocer a Jesús y que descubre y ve, además, pobres que socorrer. Esta es entonces la otra razón por la que el texto no dice que nuestro hombre se fuera con Jesús; a diferencia del ciego (Lc 18,35-43), pobre también hasta el punto de mendigar y al que le faltaba solamente la vista física para ir en seguimiento de aquel que sabía que era el mesías, Zaqueo tiene que quedarse con los que acaba ahora de reconocer y de aprender a amar.

Hay dos clases de ceguera y dos sentidos de la vista: física y espiritual. Sin haber asistido nunca (visto físicamente) a uno solo de los milagros de Jesús ni escuchado su predicación, el ciego “ve”, sin embargo, en él al hijo de David, al mesías de Israel. La curación física no hará más que dar a esta fe los medios de expresarse, precisamente a través de la marcha en seguimiento de su Señor. En cuanto a Zaqueo, que antes de la curación espiritual podía correr hasta ver a Jesús, luego, después de reconocerle por lo que es, va por el contrario hacia aquellos a los que jamás había visto de verdad. Dos itinerarios hacia la luz.

Jean Noel Aletti,
El Arte de Contar a Jesucristo,
Ed. Sígueme, Salamanca, 1992

 Algunas consideraciones para una actualización sobre Lc 7,36-50

 Lic. María Gloria Ladislao

«La Iglesia, en efecto, no considera la Biblia simplemente como un conjunto de documentos históricos concernientes a sus orígenes. Ella la acoge como palabra de Dios que se dirige a ella y al mundo entero, en el tiempo presente.

Esta convicción de fe tiene como consecuencia la práctica de la actualización y de la inculturación del mensaje bíblico. » (La Interpretación de la Biblia en la Iglesia, cap IV, Introducción)

Como propuesta de actualización e inculturación del mensaje bíblico, quiero simplemente enunciar algunas cuestiones de nuestra actualidad social y eclesial que pueden ser iluminadas por este texto:

  • El lenguaje corporal en la liturgia: La variedad y polisemia de las acciones de la mujer nos plantean la vigencia y el aporte valioso de las expresiones de fe  de la religiosidad popular: tocar imágenes, encender velas, caminar en las procesiones, postrarse, etc. Dentro de este ítem del lenguaje corporal y sensible también debemos considerar las prácticas litúrgicas del beso de la paz en la misa, el uso del incienso y los óleos sacramentales, todos aspectos que, con una adecuada catequesis, pueden tener gran significatividad para los fieles.
  • La incorporación de los pecadores en la Iglesia: Así como Jesús se dejó tocar por una mujer pecadora, la Iglesia está siempre llamada a ejercitarse en este rol del recibimiento, la escucha, la cercanía; está llamada a  no cerrar de antemano  las puertas  a nadie; y debe pedir al Espíritu Santo una mirada libre de prejuicios para percibir los gestos de amor que realizan los pecadores y pecadoras que quieren estar cerca de Jesús.
  • La participación de las mujeres en la Iglesia: Nos preguntamos  de qué manera las mujeres podemos hoy enriquecer la vida de la Iglesia aportando algo propio y distinto, en diversos ámbitos eclesiales –en la liturgia, en la reflexión teológica, en la organización eclesial, en la actividad pastoral, etc.– . No se trata simplemente de que mujeres y varones participemos de este banquete, sino también de que la participación de las mujeres pueda aportar elementos nuevos que enriquezcan a todos los miembros de la Iglesia.
  • Nuestra  respuesta a la pregunta “¿Quién es éste?”: La Iglesia, a lo largo de los siglos se ha hecho esta pregunta y la ha respondido con las formulaciones de fe y con la teología. Hoy, en medio de vertiginosos cambios culturales, esas formulaciones parecen no alcanzar. Surgen nuevas preguntas sobre Jesús, y esto constituye un gran reto para la actual cristología. En este contexto cultural es necesario que estemos dispuestos a escuchar esas nuevas preguntas. Nuestra respuesta como Iglesia siempre será que El es «el Cristo de Dios» (Lc 9,20). El desafío consiste en encontrar el lenguaje adecuado para que esta proclamación resulte significativa para los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Caracterización de los personajes en Lc 7,36-50

a) El fariseo Simón

Un hombre justo, cumplidor de las normas de pureza, sabio en sus juicios y descortés como anfitrión.

b) Jesús

La información que esta escena nos brinda sobre la persona de Jesús está dada por el narrador en tercera persona, por las preguntas del fariseo y de los comensales –más que una afirmación de la identidad, son una pregunta por la identidad– y por los actos y palabras del mismo Jesús. También analizaré si la mujer –que no habla– brinda alguna información directa o indirecta sobre Jesús.

Este relato caracteriza a Jesús como un hombre que recibe a los pecadores y perdona. La narración también revela a Jesús como profeta que tiene conocimiento y clarividencia. Pero no es El quien se autoproclama directamente como profeta ni como  quien tiene autoridad para perdonar. Sus palabras y sus acciones lo revelan, pero el título profético no aparece en su boca.

c) La mujer

Es el personaje mejor caracterizado de todo el relato, pero nunca esta caracterización pro­viene de ella misma, ni por diálogos ni por monólogos interiores. Poseemos información directa sobre ella brindada por el narrador, e indirecta, por boca de todos los demás personajes –Jesús, Simón y los comensales–. A diferencia de lo que ocurre con Jesús, la información que se nos brinda sobre ella no es a partir de preguntas o cuestionamientos, sino que son claras afirmaciones.

* Caracterización dada por el narrador

El rasgo que la identifica más claramente es su condición de pecadora. El narrador nos lo informa con un enunciado narrativo directo en el mismo momento en que ella aparece en escena:

una mujer, la cual era, en la ciudad,  pecadora.

Desde el punto de vista narrativo, que la mujer fuera pecadora en la ciudad es coherente con el conocimiento que tienen de ella los otros personajes. Si no se desempeñara en el ámbito donde ellos se mueven, no la conocerían.

Aquí conviene aclarar que por sí misma la expresión «pecadora en la ciudad» no equivale a prostituta, como normalmente se interpreta en este texto. La mujer podría ser pecadora por estar afectada por alguna impureza, o ser esposa de un hombre que ejerciera algún oficio impuro. Sin embargo, en el contexto de todo el episodio, varios elementos (el perfume, los besos, los cabellos) llevan a pensar que su pecado fuera la prostitución. Pero Lucas evita la palabra prostituta (en griego “porné”) y la caracteriza como pecadora.

* Caracterización dada por el fariseo Simón

La condición de pecadora de la mujer es confirmada por el monólogo interior de Simón en el vers. 39: es una pecadora.

* Caracterización dada por Jesús

También Jesús, a diferencia de lo que Simón suponía, sabe que la mujer es pecadora; más aún, no cualquier pecadora, sino que Jesús afirma que ella tenía muchos pecados:

los pecados de ella, los muchos.

Las palabras de Jesús nos brindan más información que la dada por el relator y por Simón: no sólo es peca­dora, sino gran pecadora. Ha tenido muchos pecados. Pero a esto Jesús agrega otra caracterización: amó mucho.

* Caracterización dada por los comensales

También el resto de los comensales, indirectamente, dan una caracterización de la mujer como pecadora. Ellos se preguntan por la identidad de Jesús que perdona los pecados, por lo tanto dan por supuesto que la mujer tiene pecados.

* La mujer no habla

La mujer no tiene la palabra en ningún momento como para poder discutir o corroborar esta unánime califica­ción como pecadora. La mujer está presente en el relato por  sus ac­ciones y no por sus palabras. Es el personaje más activo de toda la escena, el personaje que hace más acciones. Sacando el hecho de estar reclina­dos comiendo, los demás personajes sólo son sujetos de verbos del habla. La excepción se da una vez en Si­món –viendo– y cuando Jesús, para hablar, se vuelve hacia la mujer.

Se nos informa de la irrupción de esta mujer en la comida después que ha sabido que Jesús estaba allí. Apa­rece caracterizada como una mujer demostrativa y efusiva, que emplea variedad de recursos –perfume, lágri­mas, cabellos, besos– para «hablar» con otro lenguaje.

El narrador describe todas las acciones de la mujer sin hacer calificación sobre ellas. El fariseo las califica de una manera: son acciones de pecadora, sobre todo es un tocar de pecadora. Jesús las califica de otra manera: son acciones de quien ama mucho. El relato exige tomar partido ¿cómo calificás a esta mujer?

* La identidad de la mujer

Constatamos que el rasgo preponderante de la identidad de la mujer es su condición de pecadora. Lo dice el narrador – era pecadora – , lo dice el fariseo – es una pecadora – , lo dice Jesús – los pecados de ella -, y lo dicen indirectamente los comensales al hablar del perdón de los pecados. A esta caracterización se le agrega la afir­mación de Jesús: amó mucho.

Otra característica de la mujer que aparece en el relato es que ella es activa, y despliega muchos recursos para expresarse, pero no usa la palabra.

Además de ser el personaje más activo de todo el episodio, es también  en quien se da el mayor cambio entre el comienzo y el final:

v. 37  es pecadora en la ciudad

v. 39  pecadora

v. 47  tuvo muchos pecados

v. 47  amó mucho

v. 48  son perdonados los pecados de ella

v. 50  es salvada por su fe

v.50  se va en paz.

Entró pecadora y salió salvada y en paz.

Por último, hay que notar que este personaje, el mejor caracterizado de todo el relato, no tiene nombre. ¿Acaso quiere Lucas hacer en ella una personificación de todos los pecadores?

 

d) Los comensales

Nada sabemos de su presencia hasta el vers. 49, ni poseemos ninguna información sobre su identidad. Si es­tán en la comida brindada por el fariseo, suponemos que son conocidos de éste (¿también fariseos?).

Conclusión del estudio sobre los personajes

La caracterización de los personajes deja en evidencia la diferente condición del fariseo Simón –justo y cumpli­dor de las normas de pureza– y de la mujer –sin lugar a dudas, pecadora–.

Las acciones de ambos  también muestran una gran diferencia en el modo en que se relacionan con Jesús.

El fariseo justo, cumplidor de las normas de pureza y sabio en sus juicios, es un descortés anfitrión para Jesús. Duda que éste sea un profeta y no sabemos, al final del relato, si llegó o no a aceptar esta identidad de Jesús y a reconocer a la pecadora como perdonada.

La mujer que tiene muchos pecados, amó mucho e hizo muchos gestos de atención y cuidado hacia Jesús, muchos más que los que indicaba la cortesía. Ella entró pecadora y salió perdonada.

Así el relato presenta a los lectores dos identidades contrapuestas: el justo y la pecadora, y también dos modos de relacionarse con Jesús. En definitiva, que el lector pueda identificarse con uno u otra, y en consecuencia, no amar o amar, dependerá de cómo responda a la pregunta por la identidad de Jesús.

Reconocer a Jesús como profeta que recibe a pecadores y perdona lleva a una amorosa y efusiva relación con El. No reconocerlo es pura descortesía.

MISTERIO DE MISERICORDIA

El buen samaritano. Pbro. Lic. Sergio Briglia

El hombre

El relato comienza como en otras parábolas de Lucas con «ánthropos tís», un hombre. Generalmente los exégetas han buscado encontrar el punto de identi- ficación de la parábola entre el oyente y los personajes, a nivel del sacerdote, el levita y el samaritano. Pero si nos atenemos al relato poniéndonos en el lugar del

oyente original de la parábola, podemos pensar que uno tiende a identificarse

con los personajes, no en la mitad o al final del relato, sino desde el comienzo.

La descripción detallada de las peripecias por las que pasa el hombre, la situación de total abandono del personaje, que llaman a la compasión, creo que llevan al que escucha a identificarse en primer lugar con él. Este primer detalle es fundamental

para la interpretación de la historia. Si hay un protagonista en el relato es él. Este es el único que permanecerá en escena desde el primer al último versículo del relato.

Llama la atención, por otra parte, el total anonimato del «hombre». Cada uno de los personajes va a ser identificado con un grupo social, religioso, profesional, dentro de las categorías israelitas. El hombre no tiene otra denominación que ésta. Se evita decir si lo han reconocido o no, no se hace ninguna descripción de su situación. Luego de esta primera mención con la que se abre la parábola, aparece en el relato como «auton» [él/lo] siete veces. Esto no quita que la audiencia tendiese a identificar al protagonista del relato con un judío, con uno de ellos.

Además, la primera acción de los ladrones, «ekdusantes auton» [lo despojaron], subraya uno de los aspectos fundamentales del relato, ya señalado, que es el total anonimato del hombre. El mundo oriental se caracterizaba por la variedad y cantidad de grupos étnicos, sociales, religiosos y lingüísticos por el que está compuesto.

El hombre en el estado en que se encuentra no puede ser identificado como perteneciente a ningún grupo humano; está privado de uno de los signos distin-tivos, que es el ropaje. El hombre aparece como un ser humano en necesidad, no pertenece a ninguna comunidad étnica o religiosa; en cuanto “a punto de  morir”, no puede hablar, no puede ser identificado con ninguna comunidad de lengua.

El samaritano

Jesús,  al poner como ejemplo un samaritano,  rompe con las expectativas del auditorio; al encontrarse con que el héroe de la historia no es absolutamente quien se podía esperar, sino al contrario, uno que despertaba los peores rencores y recuerdos, un odiado samaritano, se produce una confusión. Si el auditorio se sigue identificando con «el hombre», ahora sí, se siente que la parábola dice algo tremendo. ¿Quién es capaz de pensarse siendo salvado por un samaritano? Todos los esquemas saltan. La metáfora toca en lo más profundo. Jesús habría podido contar la historia al revés, presentar a un samaritano herido y a un judío que lo salva. De este modo las reacciones hubiesen sido distintas. La simple historia ejemplar hubiera alcanzado su fin. Pero aquí hay algo más. En la suposición anterior, si la historia no hubiese comenzado con «ánthropos  tís», sino con «Samarités tís” el auditorio judío hubiese esperado aún para identificarse con alguno, ciertamente no con el primer personaje presentado sino con «el judío misericordioso».

Pero no. El misterio de la misericordia proclamada por Jesús en la parábola rompe todas las expectativas. Detrás de la parábola se anuncia el cambio total de lo que suponen las ideas de la comunidad judía sobre el prójimo, el servicio, la misericordia, la compasión.

La pregunta

El jurista en el v. 29 había preguntado: «¿Quién es mi prójimo?». La parábola  lo llevó a ponerse en el lugar de un herido que necesita un prójimo, alguien cercano, que se acerque, sea próximo.

A partir de la tre­menda imagen pre­sentada de un hombre deshecho y dejado a merced de la muerte, él debe descubrir qué significa prójimo.

La parábola le fue diciendo: «Si quieres saber quién es tu pró­jimo, piensa qué espe­rarías tú, en la necesi­dad más dolorosa, quién querrías que fuese prójimo.  Tú preguntas: «quién es mi prójimo, quién es digno de ser tratado por mí como tal» y en consecuencia, en virtud del mandamiento que has recitado, digno de ser amado por ti. Yo te pregunto más bien, en esa circunstancia que has imaginado para ti, ¿quién hubieses querido que fuese prójimo?».

Fuente: http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/teologia46.pdf

Camino, comida y perdón.

Un acercamiento al anuncio de Lucas

Los primeros pasos… Adentrándonos en la intimidad de Lucas Leemos Lc. 4, 14 – 22

Sobre este pasaje ver también aquí.

Nos detenemos en los personajes: ¿qué dicen y qué hacen?

¿Cómo era el pueblo de Jesús y que estaba viviendo?

¿Cuál es el texto que se proclama en la sinagoga según este pasaje de Lucas?

¿Qué similitudes y qué diferencias hay entre el texto del Antiguo Testamento y la versión de este autor?

¿Podemos explicar la diferencia?

¿Cómo habrá resonado el pasaje de Isaías 61 en ese contexto?

¿Y que impacto habrá provocado que Jesús se “apropiara” esa profecía?

¿Qué significó como “programa de vida o sueño” para él?

¿Qué nos dice el texto a nosotros y a nosotras hoy? ¿Cómo es nuestro contexto? Reconstruyámoslo juntos.

¿Cómo tendría que ser hoy nuestro anuncio del “día de gracia” del Señor? ¿Cómo se verifica en nosotros, la identificación mensajero – Mensaje que se dio en Jesús?

Jesús en la sinagoga de Nazaret. Comentario a Lc cap. 4 del libro «Palabras y Pasos» de la prof. Gloria Ladislao, click aquí.

* Lucas también sueña el sueño de la comunidad: Hech 2, 42-47

Para seguir profundizando….

Compartimos este texto de la teóloga española Dolores Alexaindre:

Habla Rubén, un joven judío estudioso de la Ley. “Reconocí de inmediato las palabras de Isaías, pronunciadas con un inconfundible acento galileo por aquel rabbí para mí desconocido, pero cuya presencia había despertado enorme expectación en el pueblo. Yo estaba también de paso en Nazaret, adonde no había vuelto desde que, años atrás, había marchado a Jerusalén. Fui allí enviado por mi padre, fervoroso fariseo, para que estudiara en una escuela rabínica y llegara a ser lo mismo que él: un especialista en la Ley. Su sueño era verme convertido en un maestro del saber, lo cual me daría según él una influencia y un prestigio que nunca alcanzaría por otros caminos. Estaba pasando los mejores años de mi juventud dedicado a escudriñar las Escrituras y sometido a una disciplina que se me había ido volviendo cada vez más insoportable. No me pesaban tanto las horas de estudio como la sensación creciente de que las enseñanzas que recibía y trataba de asimilar, caían sobre mí como una carga agobiante que me asfixiaba. Las discusiones entre nuestros maestros y sus interpretaciones de la Torah (613 preceptos, de ellos 248 mandamientos positivos y 365 prohibiciones…) eran tan enrevesadas, que yo tenía cada vez más la sensación de vivir oprimido bajo un yugo parecido a la esclavitud que vivieron nuestros padres en Egipto, y me sentía atrapado dentro de una red tejida con los hilos sutilísimos de disquisiciones y prescripciones. Tanta angustia acumulada degeneró en una enfermedad y tuve que regresar a Séforis, mi pueblo natal; cuando estuve un poco mejor, mis padres me sugirieron que fuera a pasar unos días a Nazaret para que me distrajera en casa de unos parientes. La situación en que me encontraba hizo que las palabras de Isaías que estaba leyendo aquel forastero llegaran hasta mí como una ráfaga de luz: si la tarea del Mesías esperado, pensé, iba a ser la de sanar, liberar y dar buenas noticias a los pobres ¿por qué vivíamos abrumados y ciegos, encerrados en los calabozos y prisiones que nosotros mismos nos construíamos? Traté de imaginar lo que para mí sería una buena noticia: que alguien me hablara de un Dios que no exige sometimiento de siervos ni se complace en acumular sobre nosotros leyes, normas y obligaciones, un Dios que viene a nuestro encuentro a aligerarnos de cargas y a liberarnos de yugos; un Dios sanador de heridas y reparador de brechas; un Dios cuyos rasgos fueran aquellos con los que se reveló a nuestros Padres: el amor compasivo y fiel, el perdón y la gratuidad. Cuando concluyó la lectura del fragmento que había elegido, el rabbí enrolló de nuevo el libro, se lo entregó al jefe de la sinagoga y se sentó. Me di cuenta con sobresalto de que había omitido (¿voluntariamente?) las palabras sobre “la venganza de nuestro Dios”. Los demás debían haberlo notado también y esperaban expectantes, con los ojos fijos en él, la explicación que debía seguir. Y entonces él dijo lo que nadie entre los presentes hubiéramos esperado escuchar: –Hoy, en presencia de ustedes, se ha cumplido toda esta Escritura. Lo miré con asombro. ¿Qué significaba aquel hoy? ¿Se estaba atreviendo a proclamar que habían llegado los tiempos mesiánicos? ¿Se estaba presentando como portador de alegría y liberación ante aquellos de nosotros que nos reconociéramos pobres, ciegos y prisioneros? Si era así ¿de dónde le venía aquella autoridad, aquella firmeza serena que daba a sus palabras la consistencia de la roca? Pero sobre todo ¿no estaba anunciándome en aquel preciso momento que el Dios que deseaba encontrar se estaba aproximando a mí, que estaba descendiendo con su luz hasta el abismo de tinieblas en que me encontraba? Me sentía sobresaltado y confuso pero no tuve ocasión de seguir pensando: había murmullos entre los asistentes y una mujer comentó a mi lado a media voz: –¡Pero si es Jesús, el hijo de José y de María, mis vecinos! y, ante mi expresión de ignorancia, me explicó: –Hace un tiempo se marchó fuera y anda por ahí, sin domicilio fijo, rodeado de un grupo de desarrapados y anunciando la venida de no sé qué reino que está a punto de llegar… Y finalmente murmuró con sorna: – También dicen que cura enfermos y echa demonios, veremos si consigue hacerlo aquí también… El tal Jesús había seguido hablando, pero apenas pude escuchar sus palabras finales porque se perdieron a causa del griterío: unos se habían puesto de pie vociferando y haciendo gestos de amenaza y los más furiosos se acercaron a él y, agarrándolo por los brazos, lo empujaron fuera de la sinagoga. Bajé la escalera conteniendo el aliento, porque conocía la violencia del carácter galileo y me temía lo peor. Vi que lo tenían rodeado y sujeto y que, entre insultos, pretendían arrastrarlo monte arriba, posiblemente para despeñarlo desde lo alto. Pero, de pronto él sacudió los hombros con decisión e, inexplicablemente, los que lo tenían agarrado lo soltaron y se fueron retirando mientras él, tranquilamente, caminaba entre ellos y se dirigía hacia una casa de la parte baja de la ladera que debía ser la suya. No volví a verlo, pero en los días siguientes y mientras duró el revuelo, me enteré de muchos rumores que circulaban acerca de él. Las noticias de lo que hacía se divulgaban de boca en boca y mucha gente, sobrecogida, decía: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros, Dios ha visitado a su pueblo” (Lc 7,16), y hablaban con admiración de los signos que realizaba, semejantes o mayores a los de algunos antiguos profetas. Ahora ha pasado mucho tiempo y pertenezco al grupo de los que, después de su resurrección, seguimos empeñados en continuar haciendo, en memoria suya, lo mismo que él hizo: anunciar libertad a los cautivos y luz a los que viven en sombras y aprendiendo a ser como él portadores de la buena noticia. De aquella noticia que llegó hasta mí, inundándome de júbilo, una mañana de sábado en la sinagoga de un pueblo perdido llamado Nazaret.” (Dolores Alexaindre)

 La obra de Lucas:

El Evangelio y el Libro de los Hechos de los Apóstoles

Lucas, discípulo de San Pablo elabora una obra que consta de dos partes conocidas como el Evangelio y el libro de los Hechos. Sin embargo, a la hora de considerar la intención teológica y catequística de Lucas, debemos mirar la totalidad de su mensaje. Escrito hacia los años 75 – 85, los destinatarios de su obra son cristianos de origen pagano. Por ello tendrá un interés especial en resaltar la universalidad de la salvación traída por Jesús: para todos los hombres de todos los tiempos. Lucas tiene una concepción de la historia que se divide en tres partes. Hay un primer período que es el período de Israel, y que es todo lo que precede a la aparición de Jesús hasta la prisión de San Juan Bautista (Lc. 3, 19 – 20). El segundo período es el de Jesús, que es el tiempo desde el bautismo de Jesús (Lc. 3, 21) hasta la ascensión (Lc. 24, 51; Hech. 1, 9 – 11). El tercer período es el de la Iglesia, que comienza con Pentecostés (Hech. 2, 1) y se prolonga hasta la segunda venida del Señor (Hech. 1, 11). Para dar lugar a este tercer período, Lucas intercala entre el segundo y el tercero un episodio que los otros evangelistas no narran: la ascensión del Señor, la partida del Señor deja espacio para que Él vuelva. Para Lucas, la venida gloriosa del Señor no es la resurrección sino la venida al final de los tiempos cuando el Evangelio haya llegado a todos los hombres.[1]

 Los temas del Evangelio de Lucas

– La misericordia: cap. 6, 36-38; 15 – Los grandes perdones: cap. 7, 36-50; 19, 1-10; 23, 34. 43 – Los paganos: cap. 10, 25-37; Lc 17, 11-19 – La oración: cap. 3,21; 5,16; 9,18 – La alegría: 1, 44; 2,10; 5,26; 10, 21; Hech. 2,46 – 47; 5,41; 13,48.

La comensalidad de Jesús en el Evangelio de Lucas

¿Qué comidas recordamos? ¿Por qué quedaron guardadas en nuestra memoria?

Leemos juntos los siguientes pasajes Lc 5, 27-32 Lc 6, 1-5 Lc 7, 33-34. 37-50 Lc 9, 12-17 Lc 14, 1-6 Lc. 15, 1-2 Lc 19, 1-10

¿Qué valores encontramos contenidos en cada uno de estos relatos de mesa compartida?

Para profundizar Lc 14, 15-24: comida e inclusión

“Hay una persona que ofrece un banquete, aparentemente sin anunciarlo, y envía a un sirviente a llamar a los amigos, pero descubre, tarde, que cada uno tiene una excusa bastante válida y expresada con bastante cortesía. El resultado es una cena lista y una sala vacía. El anfitrión reemplaza a los invitados ausentes por cualquiera de las calles. Si uno trae a “cualquiera” puede tener mezcla de clases, sexos y jerarquías. Cualquiera puede encontrarse reclinado junto a cualquiera, la mujer al lado del hombre, el libre al lado del esclavo, el de rango social superior junto al de rango inferior y el ritualmente puro junto al impuro. Lo que la parábola de Jesús proclama, es entonces una comensalía abierta, un comer juntos sin que la mesa sea una representación en miniatura de las discriminaciones verticales y las separaciones horizontales de la sociedad”. ( Cfr. Crossan, John Dominic; Jesús, una biografía revolucionaria, Bs. As, Planeta, 1996)

Finalmente, Jesús se nos hace comida y con este gesto recapitula todo lo precedente: Lc 22, 14-20.

[1] Rivas, Luis, Qué es un evangelio; Bs. As, Claretiana, 1985.

Material preparado por María Luján Manzotti

* * * * *  * *

ENCUENTRO BÍBLICO

 

LA PALABRA DE DIOS

NOS PONE DE PIE

 

 

PARTIMOS DE LA VIDA

 

Durante un rato, intentamos cargar la Biblia sobre la espalda. Tratamos de caminar, mirar a los compañeros, cantar alguna canción, en esa postura. 

Luego leemos este testimonio:

 

“La persona completamente encorvada tiene un aumento anormal en la porción dorsal de la columna vertebral. Generalmente la causa que la produce es la postura. Una postura que sostenida en el tiempo se vuelve rígida, se hace estructural y es muy difícil de cambiar.

La postura tiene que ver mucho con nuestra actitud ante la vida. Cuando estamos desanimados tendemos a replegar nuestro cuerpo, llevamos los hombros hacia delante, bajamos la mirada y nos hacemos más chiquitos. Lo contrario sucede cuando estamos animados.”

(Testimonio de Eugenia, kinesióloga)

 

LECTURA: QUÉ DICE EL TEXTO

 

Proclamamos:  Lc 13, 10-17 

10 Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga. 11 Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera. 12 Jesús, al verla, la llamó y le dijo: «Mujer, estás curada de tu enfermedad», 13 y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios. 14 Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: «Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no el sábado». 15 El Señor le respondió: «¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber? 16 Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?». 17 Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía.

* Releemos el texto en silencio.

* Comentamos espontáneamente nuestras impresiones.

* ¿Quiénes son los personajes que intervienen en esta escena? ¿Qué hacen y qué dicen cada uno de ellos?

* Nos ubicamos históricamente en el contexto de la sinagoga, la situación de las mujeres y los enfermos y la participación en el culto.

* Observamos en el texto palabras repetidas y palabras opuestas.

* Vemos el contexto inmediato. ¿Puede haber alguna relación entre esta curación y el pasaje de la higuera (13,6-9) y las parábolas del grano de mostaza y la levadura (13,18-21)?

MEDITACIÓN: QUÉ NOS DICE EL TEXTO

 

* ¿Qué personas hoy en nuestra iglesia se encuentran encorvadas por diversos motivos?

* ¿Cómo recibimos el mensaje de la fe: como una carga pesada o como una invitación que nos lleva a alabar a Dios?

* ¿Cuáles son nuestras cargas? ¿De qué manera la Palabra amorosa de Jesús nos aliviana y nos pone de pie?

* ¿Qué buena noticia tiene este texto para nosotros y nosotras hoy?

“La ley, aplicada en forma inflexible, se convierte en una carga que doblega a las personas. Eso le pasaba a esta mujer, “jorobada” por el peso de la ley. Jesús cuestiona toda aplicación de la ley religiosa que no está a favor de la vida y la liberación. Jesús  quiere hombres y mujeres libres, alegres, con la frente alta, de pie.”

ORACIÓN y COMPROMISO :

QUÉ LE DECIMOS A DIOS


Y A NUESTROS HERMANOS Y HERMANAS

(Salmo 145, 1-2.8-9.13-18.21)

 

 

 

Te alabaré, Dios mío, a ti, el único Rey,

y bendeciré tu Nombre eternamente;

día tras día te bendeciré,

y alabaré tu Nombre sin cesar.

El Señor es bondadoso y compasivo,

lento para enojarse y de gran misericordia;

el Señor es bueno con todos

y tiene compasión de todas sus criaturas.

El Señor es fiel en todas sus palabras

y bondadoso en todas sus acciones.

El Señor sostiene a los que caen

y endereza a los que están encorvados.

Los ojos de todos esperan en ti,

y tú les das la comida a su tiempo;

abres tu mano y colmas de favores

a todos los vivientes.

El Señor es justo en todos sus caminos

y bondadoso en todas sus acciones;

está cerca de aquellos que lo invocan,

de aquellos que lo invocan de verdad.

Mi boca proclamará la alabanza del Señor:

que todos los vivientes bendigan su santo Nombre,

desde ahora y para siempre.

 

 

Lectura complementaria

Descender de Abrahán era el orgullo de Israel y tenía importancia decisiva en vista de la vida eterna. (…) Mencionando a Abrahán, Jesús tocó fibras muy profundas de sus oyentes. Jesús opone la Hija de Abra­hán a la atadura por Satanás. Por esta filiación, el jefe de la sinagoga que­daba obligado a cumplir para con ella el mandato de amor al prójimo.

Con este énfasis el texto indica que Jesús restaura y recrea el pue­blo de Dios, liberando de sus males a personas enfermas, impedidas, ex­cluidas, pecadoras, marginadas, pobres y oprimidas. (Se trata del único texto que habla de una Hija de Abrahán. Véase aún Lc 19:9, donde Za­queo también es llamado Hijo de Abrahán). El jefe de la sinagoga y con él, todos los hipócritas que impiden esta liberación, prolongan la opresión satánica que ata y oprime.

Este texto bíblico tiene carácter paradigmático. La gran cantidad de elementos (la larga duración del mal, la iniciativa de Jesús, el extenso reproche del jefe de la sinagoga, la elaborada respuesta de Jesús con sus preguntas retóricas) es evidencia de que el autor “quiere darnos mucho más” que sólo la descripción de un milagro más. Exhibe un panorama amplio de opresiones físicas, legalistas, sociales y religiosas que pesaban sobre aquella mujer y que guardan interesantes similitudes con otras tan­tas problemáticas que pesan hoy sobre muchas personas.

René Krüger, http://www.webselah.com/lucas-13-10-17

Espacio Bíblico Palabras con miel

Santuario Jesús Misericordioso   P. I. Rivera 4779, Ciudad de Bs.As.

Correo electrónico: cursosconmiel@gmail.com

Tel: 4545-0351 de 10 a 13 hs.

Este encuentro y otros artículos sobre Biblia están en:

http://www.palabrasconmiel.wordpress.com

5 pensamientos en “Evangelio según San Lucas

  1. Gracias Gloria maravilloso el material!!! voy a multiplicarlo entre mis hermanas de comunidad, que en enero me toca compartir un mini taller sobre le evangelio de Lucas y algunas mujeres de fe que aparecen en la Escritura. Dios bendiga tu vida y tu mision de ser trasmisora de la Palabra a los hermanos. BENDICIONES

    • Hola Paula
      Sí, esa fecha. Porque desde esa fecha, fuimos publicando ahí distintos materiales sobre San Lucas. Algunos los preparé yo, otros la prof. Mirta, otros los escribimos en el año de la Misericordia… y nada se pierde. Hay mucho para leer.
      Cariños
      Gloria

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