Evangelio según San Juan

por María Luján Manzotti

               

               Cuando intentamos aproximarnos al Evangelio de Juan, una expresión oportuna que puede facilitarnos el camino es la de las “radiografías de vidas”. En el centro, Jesús, pero en torno a Él y desde Él, el Padre, el Bautista, los seguidores y las seguidoras, la comunidad reunida y los conflictos “de rostro concreto”.

                Siguiendo los pasos del hombre ciego en el texto de Jn. 9, podemos ver cómo este Evangelio nos lleva de la mano por un proceso que toca las entrañas de nuestra fe y que tiene como destino confesar a Jesús como Señor. Esto es, creer en Él, creerle a Él bajo la savia que nutre toda identidad y todo vínculo: el Amor.

                El ciego experimenta una imposibilidad aparentemente física que lo mantiene en situación de exclusión, y por ello, de falta de luz y de felicidad. Recordemos, por un lado, el antiguo midrás que señala que “quien no se ha lavado en las aguas de Siloé no conoce la perfecta alegría” y, por otro, el contexto bajo el cual se narra la escena: SUKKOTH*, la fiesta de las Tiendas, fiesta de las luces. La ciudad de Jerusalén iluminada por grandes candelas, la celebración en torno a las calles, las aguas de la piscina por las que se creía que pasaba la presencia de Yahvéh… Toda aquella riqueza de tradición, de experiencia de Dios, de profunda alegría y encuentro, estaba vedada para la vida de aquel ciego.

                El texto nos ofrece radiografías de vida: la de Jesús, la de aquel hombre y la de la comunidad que transmite. Y en torno a ellos, el conflicto.

                Jesús se compadece. Desde su ternura profunda, devuelve “la vista” al ciego. Este acto inicial no es sino el símbolo del proceso posterior que el mismo hombre hará: irá dejando atrás y poco a poco su ceguera, irá “abriendo sus ojos” a Jesús, se irá encontrando con la intimidad de Él. “Ese hombre que se llama Jesús” (v 11), dice el ciego al comenzar. Luego lo confiesa como profeta (v 17). Sigue el texto y Jesús es anunciado como enviado de Dios (v 33) y finalmente es llamado “Señor” (v 38).

                Para ello debe enfrentarse al conflicto, al obstáculo detrás del cual la exclusión se sostiene: es exclusión del sistema religioso de la época, exclusión de la sinagoga. Sostener aquella posición expulsiva implica para sus representantes un camino de ceguera y, por tanto, de ausencia de luz.

                Confesar a Jesús, adentrarnos en su misterio, gozar de su amor que siempre incluye y que trasciende los muros levantados por las diferencias sociales, económicas, étnicas y religiosas es la invitación del texto, es la invitación del Evangelio todo. Supone un proceso, una decisión; supone desafíos y conflictos. Pero seguir a Jesús también supone caminar viviendo otro tipo de exclusión: la exclusión de sistemas inhumanos que generan opresión y que no pueblan de vida -y vida abundante- al corazón de cada hombre y de cada mujer.

                Ojalá nos sintamos invitados e invitadas a aceptar la propuesta y animarnos a disfrutar de la alegría que nos renueva.

* Sobre la fiesta de Sukkoth

En tiempos del nuevo Testamento Sukkôth tenía características marcadamente mesiánicas y escatológicas. Se celebraba en el Templo, y era una de las fiestas en las que los judíos debían peregrinar a Jerusalén (Dt 16,16). “La fiesta era una de las solemnidades más importantes” y se caracterizaba por la alegría: “Te alegrarás durante esta fiesta… siete días estarás de fiesta…”(Dt 16,13-15). Todas las noches el pueblo se congregaba en el atrio de las mujeres para presenciar la fiesta, mientras la ciudad entera quedaba iluminada por grandes antorchas que se colocaban en los atrios del Templo (“No había ningún patio en Jerusalén que no resplandeciese con el fuego…” Misna Sukka V,3). La música, los cantos y las danzas se prolongaban durante toda la noche, y cuando iba a asomar el sol (“al canto del gallo”) se celebraba un rito con el que se expresaba la adoración al único Dios y el repudio del paganismo de otros tiempos (…). Cada mañana, se celebraba el rito de la libación de agua: sacerdotes y levitas, acompañados por el pueblo, se dirigían a la piscina de Siloé para traer agua en un recipiente de oro. de regreso, se formaba una alegre procesión que entraba a la ciudad por la puerta llamada “del agua”, que la tradición asociaba con la puerta por la que sale el agua de vida en la profecía de Ezequiel (47,1-12), y se cantaba el Hallel (Salmos 113-118) con acompañamiento de flauta. Al llegar al Templo, los sacerdotes rodeaban el altar, cantaban el Sal 118,25 y derramaban sobre él vino y agua traída de la piscina de Siloé, haciendo que se volcaran hacia oriente y accidente (Zac 14,8). El pueblo, con ramas de cuatro clases de árboles y frutos en sus manos, se asociaba a la ceremonia con gritos y cantos: “el que no ha visto el regocijo de la libación de agua, en toda su vida no ha visto lo que es el regocijo” (Misna Sukka V,1)

Rivas, Luis H; El Evangelio de Juan, Ed. San Benito, Bs As, 2005, pág 242-243

 

El Evangelio según San Juan. Primer encuentro

“Y puso su tienda entre nosotros”

 

Partimos de la vida

 Con unas vendas negras, nos tapamos los ojos y escuchamos la canción  Una larga noche de Chabuca Granda.

¿Cómo nos resultó la experiencia compartida? ¿Qué nos provocó tener los ojos tapados o cerrados e ir escuchando la canción?

¿Sentimos que hay noches densas, tinieblas? ¿Qué nombre tienen? ¿Cuáles son?

Entramos en la Palabra, leemos, estudiamos

Qué dice el texto

Leemos Jn. 1, 1-18

–         Comentamos nuestras primeras impresiones. Tomamos nota de aquello que nos desconcierta o nos llama la atención.

–         ¿A qué sub-género literario pensamos que pertenece el texto?

–         ¿Cuáles son las expresiones que se repiten?

–         Organizamos en dos columnas las expresiones que se oponen.

–         Leemos Gn 1, 1-5, ¿encontramos elementos que puedan relacionarse? ¿Hay expresiones que se relacionan?

–         Echamos una mirada a los siguientes textos:

ü      Gn 1, 1-3;

ü      Sal 33, 6. 9; 107, 20; 119, 89-96;

ü      Is 40, 8; 55, 10-11;

ü      Ez 37, 4-8;

ü      Dt 30, 11-14;

ü      Sab 9, 1

                                   ¿Cómo se habla en ellos sobre la Palabra de Dios, qué características tiene?

–         Sólo si nos animamos: ¿podemos llegar a ver cortes o interrupciones o algún cambio de tema o de persona en este himno?

Para seguir profundizando…

Juan 1,1-18 constituye el prólogo del libro. Los temas, la forma literaria y la relación de este prólogo con el escrito entero han sido estudiados a fondo por la exégesis; y nos llevaría demasiado lejos presentar aquí incluso tan sólo un breve resumen de los resultados de esas exhaustivas investigaciones. Diremos tan sólo que en su prólogo, de alta calidad poética, el autor anuncia con palabras claves y breves formulaciones los grandes temas que desarrollará en su evangelio: vida, luz, enviado, mundo, gloria, verdad, tinieblas, nuevo nacimiento, la preexistencia y carácter divino del Logos identificado luego con Jesucristo, el testimonio, la tarea de revelación del Logos encarnado. De esta manera, el prólogo, como el texto programático de apertura (lo cual es muchísimo más que sólo un prefacio), dirige la comprensión de quienes leen el evangelio. Haciendo juego con Juan 20,30-31, el prólogo es la clave hermenéutica para el evangelio entero, instruyendo sobre cómo debe ser leído y comprendido el texto. Quienes leen el evangelio son introducidos a sus temáticas mediante el prólogo; y pueden estar seguros de que comprendieron el texto cuando pueden expresar su aprehensión de la afirmación de fe de Juan 20,31. Al mismo tiempo, el prólogo se parece a la apertura de una ópera: despierta el interés, el “apetito” del público, preparándolo para la obra que se inicia e introduciendo las grandes líneas temáticas.

La peculiaridad del prólogo consiste en emplear categorías universalmente conocidas en aquel entonces; categorías que llamaban la atención a judíos, cristianos, paganos, helenistas, orientales, creyentes de religiones antiguas y modernas, filósofos y pensadores por igual. La categoría central es la del Logos, la Palabra. En ella suenan varias campanas a la vez: los ecos de la acción o actuación de la Palabra de Dios, proveniente del AT; los sonidos de la naturaleza de la Palabra con el característico énfasis griego colocado sobre el ser; y fundamentalmente el tono peculiar cristiano, según el cual la Palabra implicaba la Buena Nueva, la revelación de Dios, la salvación en Cristo. En última instancia, este contenido es el decisivo. Las resonancias de Génesis 1,1, la sabiduría, el logos y la filosofía en el mundo griego, la razón, etc. son eso: resonancias; pero el marco básico para la comprensión del texto lo suministra el empleo cristiano de la Palabra de Dios. De esta manera, también se aclara la relación de Jesús Logos con otras imágenes empleadas por Juan: Vida, Pan, Luz, Verdad, Camino, Puerta, Resurrección.

El prólogo se divide de la siguiente manera: vv. 1-5: Presentación del Logos, Vida, Luz; vv. 6-8: el testimonio de Juan el Bautista; vs. 9-14: centro de la perícopa, conflicto Logosmundo; vv. 15: la subordinación de Juan respecto de Jesús, vv 16-18: confesión de fe de la comunidad creyentes, el Logos y Jesús

Cfr. Krugër, René. EEH-033. Estudios exegéticos homiléticos, 2002 – ISEDET, Buenos Aires www.isedet.edu.ar/publicaciones

Interpretamos

Qué nos dice el texto

–         ¿Qué trasformación o propuesta de transformación propone el texto?

–         ¿Qué fuerza tiene para nosotros y nosotras hoy la afirmación “La Palabra se hizo carne y puso su tienda entre nosotros”?

–         ¿De qué nos sentimos liberados, liberadas, al leer, estudiar y meditar este texto?

–         ¿Qué Buena Noticia nos es anunciada?

Celebramos

Tomamos las vendas negras con las que comenzamos el encuentro y, a medida que alguno o alguna de cada grupo se acercan a la luz para dejarlas allí, vamos diciendo:

“La Palabra era la Luz verdadera que, venida al mundo, ilumina a todos los hombres”

PALABRAS SIGNIFICATIVAS DEL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

GLORIA

Jn. 1, 14;

2, 11;

5, 41-42. 44;

7, 18. 39;

8, 50. 54;

9, 24;

11, 4. 40;

12, 41. 43;

16, 2;

17, 5. 22. 24

 

VIDA

Jn. 1, 4;

3, 15. 16. 36;

4, 14. 36;

5, 24. 26. 39;

6, 27.33.35.40.47-48.51.53-54.63.68;

8, 12;

10, 10. 28;

11, 25;

12, 25. 50;

17, 2. 3;

20, 31

 

CREER

Jn. 1, 7. 12. 50;

2, 11. 22-24;

3, 12. 15. 18;

4, 21.39.41.42.48.50.53;

6, 29. 35. 40;

7, 5. 31. 38. 39. 48;

8, 30;

9, 35. 36;

10, 42;

11, 25-26. 45. 48;

17, 20;

20,29

SIGNOS

Jn. 2, 11. 18. 23;

3, 2; 4, 48. 54;

6, 2. 14. 26. 30;

7, 31;

9, 16;

10, 41;

11, 47;

12, 18. 37;

20, 30

 

OBRA

Jn. 3, 19-21;

4, 34;

5, 20. 36;

6, 28-29;

7, 3. 7. 21;

8, 39. 41;

9, 3-4;

10, 25. 32-33. 37-38;

14, 10-12;

15, 24;

17, 4

 

HORA

Jn. 1, 39;

2, 4;

4, 6. 21. 23. 52-53;

5, 25. 28. 35;

7, 30;

8, 20;

11, 9;

12, 23. 27;

13, 1;

16, 2. 4. 21. 25. 32;

17, 1;

19, 14. 27

MUNDO

Jn. 1,10;

7,7;

12,31 (cfr. 8,44)

14, 22;

15,19;

16,11

 

LUZ / TINIEBLAS

Jn 1, 4-5.7-9;

3,18-20;

5,35;

6,17;

8,12;

9,5;

11,9-10;

12,35-36.46;

20,1

 

TESTIMONIO / TESTIMONIAR

1,7.8.15.32.34;

2,25;

3,11.32;

5,31-32.37;

7,7;

8,13-14.18;

13,21;

15,27;

18,23.37;

19,35;

21,24

 

VERDAD

Jn. 1,1.17;

3,21;

4,23.24;

5,33;

8,32.40.44-46;

14,6.17;

15,26;

16,7.13

17,17.19;

18,37-38

El Cuarto Evangelio

Algunas consideraciones generales

 

            Hacia fines del siglo I, una comunidad cristiana de origen judío pero que había recibido en su seno a samaritanos y paganos[1] elaboró una catequesis para su comunidad – probablemente en Siria o en el Asia Menor -, la cual estaba en crisis por el enfrentamiento con la dirigencia del judaísmo posterior a la destrucción del Templo, el imperio romano y el gnosticismo (una nueva secta religiosa que profesaba la salvación a través del conocimiento). Debió utilizar fuentes tradicionales -signos y discursos- paralelas, pero diferentes de las que utilizaron los sinópticos. Podría hablarse de una escuela de pensamiento, pues hubo varios redactores en la versión del evangelio que a nosotros llega.[2]

            Observando el vocabulario y los temas tratados se descubre que una de las divisiones posibles de la obra puede presentarse en dos partes, dos grandes bloques en función de un tema central en el evangelio: la hora de Jesús.

            En la primera parte (cap. 1 – 12) se repite con cierta insistencia que todavía no ha llegado la hora (por ejemplo, en 2,4). En el cap. 12 se anuncia que esta hora ha llegado (12,23), y la segunda parte (cap.13 – 20) describe lo que sucede en esa hora, como lo indica el prólogo (13, 1). La hora incluye la muerte y resurrección de Jesús, se trata de su glorificación.

            De modo que en el evangelio según San Juan hay dos modos de revelación de Cristo: en la primera parte, cuando todavía no ha llegado la hora, Jesús se muestra a través de signos o gestos simbólicos. Al llegar la hora, la revelación se consuma en los acontecimientos de la muerte de Jesús y de la fe en el Resucitado.[3]

Estructura general del cuarto evangelio

 

 

 

Primera Parte:

El Libro de los Signos

(Cap. 1 – 12)

 

 

Prólogo:

1, 1 – 18

Corpus:

1, 19 – 12, 36

Epílogo:

12, 37 – 50

 

Segunda Parte:

El Libro de la Hora

(Cap. 13 – 20)

 

 

Prólogo:

13, 1

Corpus:

13, 2 – 20, 29

Epílogo:

20, 30 – 31

 

El Capítulo 21 es un agregado posterior con su correspondiente epílogo (21, 24 – 25).

 


[1] En esta época la comunidad originaria del discípulo amado -comunidad de origen judío-, en fidelidad radical a la memoria de Jesús, asume una actitud profética, crítica de la Ley y del Templo, y simultáneamente se abre al mundo de los samaritanos y de los griegos (paganos). Esta situación se ilumina y se entiende históricamente si asumimos la tesis de O. Cullmann que asimila los orígenes de la comunidad del cuarto Evangelio a los helenistas de los Hechos de los Apóstoles, capítulos 6 a 11 (Esteban, Felipe y compañeros). Richard, Pablo; “Claves para una lectura histórica y liberadora (Cuarto Evangelio y Cartas)” en RIBLA 17, La tradición del discípulo amado, Cuarto Evangelio y Cartas de Juan.

[2] Cfr. De Col, A. La Biblia, historia de Dios y de los hombres, Bs. As. Don Bosco, 1985.  

[3] Cfr. Rivas, L. Qué es un Evangelio. Bs. As. Claretiana, 1985.

LOS SIGNOS

Cap 2 Transforma el agua en vino
Cap 4 Curación del hijo de un funcionario
Cap 5 Curación del enfermo de la piscina
Cap 6 Multiplicación de los panes
Cap 6 Jesús camina sobre el agua
Cap 9 Curación del ciego de nacimiento
Cap 11 Resurrección de Lázaro

Para seguir profundizando…

Historia de la comunidad del discípulo amado

(Richard, Pablo; “Claves para una lectura histórica y liberadora (Cuarto Evangelio y Cartas)” en RIBLA 17, La tradición del discípulo amado, Cuarto Evangelio y Cartas de Juan.)

El Evangelio y las tres cartas que pertenecen a la tradición del discípulo amado son el testimonio escrito de una corriente o tradición histórica vivida que nace en un tiempo de casi cien años. El sujeto de esta tradición es fundamentalmente una comunidad, la cual vive en comunión con muchas otras comunidades dispersas. Todas estas comunidades tienen como referencia el testimonio del discípulo amado (puede ser pensado en singular o como una experiencia colectiva), discípulo de Jesús y autor del cuarto Evangelio (por lo menos de su redacción más antigua). Una interpretación histórica del Evangelio y de las cartas debe fundarse en una compresión histórica de toda la tradición del discípulo amado. Es de gran utilidad para esta comprensión del Evangelio y de las cartas reconstruir la historia de la comunidad donde estuvo siempre vivo el testimonio del discípulo amado, y en donde este testimonio se fue sucesivamente releyendo y escribiendo en las nuevas situaciones históricas que tuvo que vivir la comunidad. Es útil igualmente situar esta tradición de cara a otras tradiciones del Nuevo Testamento.

La historia de la comunidad del discípulo amado podría tener las siguientes etapas (se trata de una formulación hipotética):

 Años treinta a cincuenta: nacimiento de la comunidad

Es el tiempo del testimonio del discípulo amado. Él es uno de los discípulos de Juan (Bautista), que llega a ser discípulo de Jesús. Junto con Andrés, Simón, Felipe y Natanael constituyen una primera comunidad (1, 19-5). Es una comunidad judeo-cristiana, que profesa a Jesús como Mesías, Profeta y Rey de Israel. Poseen una baja cristología, que no los diferencia del resto del pueblo judío. En esta época todavía andan juntos los discípulos, las discípulas (representadas por su madre) y los hermanos de Jesús (2, 12). La referencia de Jesús al Templo como “casa de mi Padre” (2, 16) y su dicho a la samaritana: “ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos” (4, 22), no son restos casuales de una tradición anterior, sino textos premeditados para mostrar el enraizamiento de los orígenes de la comunidad en el Israel bíblico. La distancia de Jesús de “los judíos” refleja una situación posterior al 70 d.C.

Es posible que en esta primera etapa la comunidad poseyera una tradición oral o un escrito semejante a los sinópticos, que contenía los 7 signos y el relato de la Pasión. Todo el Evangelio se estructura en una narrativa de la Pasión, por eso el autor adelanta el enfrentamiento en el Templo al capítulo 2; la decisión de matar a Jesús la pone en 11, 47 -53; la unción de Betania la sitúa antes de la entrada triunfal en 12, 1-8; la agonía del huerto está en 12, 27-28, antes de la última cena; la Eucaristía la pone en el capítulo 6; la pregunta solemne sobre si es el mesías está en 10, 24, y en 10, 33 la condena por blasfemia. Esta estructuración del Evangelio en la narrativa de la Pasión atestigua su enraizamiento en la tradición común con los sinópticos.

 Años cincuenta a setenta: identidad propia de la comunidad

En esta época la comunidad originaria del discípulo amado, en fidelidad radical a la memoria de Jesús, asume una actitud profética, crítica de la Ley y del Templo, y simultáneamente se abre al mundo de los samaritanos y de los griegos (paganos). Esta situación se ilumina y se entiende históricamente si asumimos la tesis de O. Cullmann que asimila los orígenes de la comunidad del cuarto Evangelio a los helenistas de los Hechos de los Apóstoles, capítulos 6 a 11 (Esteban, Felipe y compañeros). Hay una gran afinidad teológica y similitud social y geográfica entre ambos grupos. En esta época también nace la alta cristología del cuarto Evangelio y el conflicto de la comunidad con los discípulos de Juan Bautista (cfr. Jn 1,6-8.15. 19-34), con algunos judíos que creyeron en Jesús, pero no lo siguieron (cfr. Jn 6,60-66; 8,31) y con los creyentes que permanecían ocultos por temor (cfr. Jn 3,1-21; 12,42-43; 19,38-42).  

Años setenta a noventa: persecución de la comunidad y escritura del Evangelio

Entre el 66 y el 74 se da la gran guerra judía contra Roma. Jerusalén y el Templo son destruidos y nace el judaísmo rabínico, que tiene el Sanedrín o Academia de Jamnia (o Yabné) como centro. En esta época posiblemente la comunidad del discípulo amado ya se ha desplazado hacia el norte de Palestina y quizás hasta Siria. En esta época se da el conflicto de la comunidad con “los judíos” (los jefes del judaísmo farisaico dominante de Jamnia). Antes del año 70 existía un pluralismo tolerante en el seno del pueblo judío, en donde convivía la comunidad. Ahora se impone la hegemonía farisaica, que domina las sinagogas, en particular en Palestina y Siria. En esta nueva situación se produce de forma progresiva la expulsión de los cristianos de la sinagoga. Esto significa una tremenda crisis de la comunidad del discípulo amado y una persecución por parte de “los judíos” y del “mundo” (término que incluye también al imperio Romano). Es para responder a esta situación de expulsión de la sinagoga y de persecución por parte de “los judíos” y del “mundo”, que se escribe el Evangelio del discípulo amado. La escritura del Evangelio significó asimismo una toma de posición y la fundación de una corriente eclesial en el cristianismo primitivo, lo que significó una progresiva confrontación de la comunidad del discípulo amado con las iglesias apostólicas.

 Años 90 al 120: crisis de la comunidad y escritura de las cartas. Unidad de la Iglesia

En estos años se da la crisis de la comunidad del discípulo amado. Nace en su seno una corriente helenizante y gnóstica, que espiritualiza el Evangelio del discípulo amado. Alguien de la comunidad, en fidelidad a los orígenes, escribe las tres cartas para rescatar la tradición y re-interpretar el Evangelio del discípulo amado de acuerdo a lo que era desde el principio (1 Jn 1,14). La primera carta es una especie de comentario del Evangelio y busca afianzar a la comunidad frente a los disidentes.

Posiblemente también en esta época, y a raíz de la misma crisis de la comunidad, se agrega igualmente el capítulo 21 al Evangelio, el cual expresa el reconocimiento por parte de la comunidad del discípulo amado a la gran Iglesia fundada en la tradición apostólica. Este reconocimiento no se hace de modo incondicional, sino en la medida que Pedro (símbolo de la tradición apostólica) se reconoce como discípulo y decide seguir a Jesús. La comunidad del discípulo amado acepta la elevada eclesiología apostólica; y la Iglesia apostólica acepta a su vez la elevada cristología de la Iglesia del discípulo amado. La unidad de la Iglesia permitió salvar el cuarto Evangelio, que en gran medida quedó en el siglo segundo en manos de los gnósticos. Esta unidad no suprimió el pluralismo en la Iglesia. En el momento de la organización del canon del NT el Espíritu Santo no optó por una tradición contra la otra, sino que optó por todas: la tradición apostólica, representada por Mateo y Lucas; la sub-paulina (Efesios, Pastorales); la sub-petrina (I Pedro); y la tradición del discípulo amado (cuando Evangelio y cartas), junto con otras tradiciones judeo-cristianas (Santiago) y apocalípticas (Judas, II Pedro, II Tesalonicenses y Apocalipsis).

Por manos de mujer

 

¿Recordamos alguna historia bonita de zaguán? ¿Qué nos decían nuestros padres o abuelos sobre eso? ¿Qué significado tenía el zaguán?

Confrontamos nuestra experiencia con Gn 24,1-28, Gn 29,1-20. También podemos leer Gn 16,1-15

¿Cuál es el “clima” que se nos ofrece en estas narraciones?

 

Jn 4, 1-42

– Comentamos nuestras primeras impresiones.

– Desde aquel “clima” que nos ofrecieron los relatos de Génesis, ¿qué mirada se nos despierta ante este texto?

– Identificamos los personajes. Identificamos qué dicen y qué hacen. Para ayudarnos en este paso, podemos dividir la perícopa en 4 secciones: vv1-6, vv7-26 (cfr. 2Re 17,24), vv27-38, vv39-42. ¿Hay algún tipo de relación -ya sea por parecido o por oposición- entre los personajes? ¿Hay alguna carencia en el comienzo del relato? ¿Cómo y cuándo se cubre esa carencia?

– Señalamos las expresiones que se repiten, se relacionan o se oponen. ¿Cuáles consideramos que son las palabras “llave” para la comprensión de este texto?

En el capítulo 4 Juan nos aporta datos muy importantes para conocer los orígenes de la comunidad joanica. La escena se desarrolla en Samaría, concretamente en Sicar, donde “muchos de los habitantes de aquel pueblo creyeron en Jesús…” (4,39). No existe ninguna narración semejante en los sinópticos. Más aún: en éstos Jesús se muestra contrario a que sus discípulos proclamen el Reino entre los samaritanos (Mt. 10,5). En Lucas, tampoco los samaritanos quieren recibirlo (Lc. 9,52-55). La explicación hay que buscarla en los orígenes de la comunidad del Discípulo Amado (de mediados de los años cincuenta hasta los ochenta). En esta primera fase aparece un primer grupo constituido por judíos (algunos de ellos discípulos de Juan Bautista) que creyeron en Jesús como el Mesías davídico; y un segundo grupo, a) constituido por judíos que se manifestaban en oposición al culto del Templo y que aceptaban algunos elementos del pensamiento samaritano, y b) constituido también por algunos samaritanos convertidos.

La fusión de estos dos grupos trajo como consecuencia el desarrollo de una cristología centrada en la pre-existencia de Jesús, lo que condujo al enfrentamiento con los judíos de la sinagoga (se sintieron amenazados en su concepción monoteísta), y a su posterior expulsión de la misma. En este estadio la comunidad joanica se vivió como un todo en lucha con los de fuera.

La existencia desde el principio de grupos tan diversos conformando el tejido comunitario propició igualmente la aceptación no traumática de convertidos gentiles. La teología, como reflexión de la fe hecha por esta comunidad, tuvo necesariamente que ser más abierta, con más capacidad de acoger lo distinto y, sobre todo, más preparada para abrir caminos a la inculturación de la fe en otras culturas distintas a la judía. Este hecho favoreció también, desde nuestro punto de vista, la importancia que se da a las mujeres en esta tradición, puesto que el interés de este grupo de creyentes está puesto en hacer inteligible el mensaje de Jesús a toda persona, sea cual fuere su condición.

Estévez, Elisa; “La mujer en la tradición del Discípulo Amado” en RIBLA 17, La tradición del discípulo amado, Cuarto Evangelio y Cartas de Juan.

Mujeres en el evangelio según San Juan

 

La espiritualidad del discipulado: Permaneced en mi amor (15,10)

13,23-25; 18,12-18; 19,25-27; 20,1-8; 21,4-7; 21,20-22

La madre: 2, 1-12; 19,25-27

La samaritana: 4, 1-42

Marta y María en la revivificación de Lázaro: 11, 1-43 (cf. Mt 16,13-16)

Marta y María en la cena en Betania: 12,1-8 (cf. 13,14)

Al pie de la cruz: 19,25-27

La apóstol: 20, 11-18 (cf. 10,3-4)

v Con la samaritana, evangelizadora de los impuros, buscamos el agua viva del amor, por esto te decimos:
Tú sabes todo lo que hice en mi vida, Tú eres el Cristo.

v Con Marta, amiga y amada, servidora de la comunidad, queremos honrar la vida, por eso te decimos:
Yo creo que Tú eres la Resurrección y la Vida. 

v Con María, amiga y amada, que generosamente perfumó tus pies, queremos vivir tu Pascua, por eso te decimos:
Tú eres el Ungido, el Perfumado, el que nos saca de la tumba y de la oscuridad.

v Con tu madre, con María de Cleofás, María Magdalena y el discipulado amado, que perseveraron hasta el fin, queremos ser solidarios en la cruz, por eso te decimos:
Nosotros somos tus hermanos y hermanas.

v Con María Magdalena, la que no se cansó de buscar, queremos encontrarnos contigo en el Jardín de la Vida nueva y eterna, por eso te decimos:
Mi Señor, mi Maestro(agregamos nuestras invocaciones).

 

Sobre el discipulado 

«A finales del siglo I, cuando el recuerdo de los apóstoles (frecuentemente identi­ficados ya con los doce) era cada vez más objeto de veneración, el cuarto evangelio glorifica al discípulo y nunca utiliza el término “apóstol” en el sentido técnico, algo así como si el evangelista pretendiera recordar a los cristianos que lo que es primario y fun­damental no es el haber tenido un especial carisma eclesial por parte de Dios, sino el haber seguido a Jesús, obedeciendo su palabra. En resumen, es un evangelio que trata de dejar bien claro que, en la estructuración de la iglesia, no se han perdido los valores radicales cristianos (…).

Si yo interpreto a Juan correctamente, en la época en que los doce apóstoles (casi, por lo general, personificados en Pedro, como ocurre en Hechos) se hicieron figu­ras dominantes en el recuerdo del ministerio de Jesús y de los orígenes de la iglesia, Juan presenta a Simón Pedro sólo como uno de un número de héroes y heroínas, y así sugiere que la autoridad eclesial no es el único criterio para juzgar sobre la importancia en el seguimiento de Jesús.»

Raymond Brown, La comunidad del discípulo amado, Ed. Sígueme, Salamanca, 1983

 

8 pensamientos en “Evangelio según San Juan

  1. Queridas Gloria y Luján
    En principio muchas gracias por el envío del Cursillo de San Juan, el cual lo comenzaré a leer cuando regrese de las vacaciones, (13-03-11) dado que para ellas tengo 2 libros sin terminar.
    Si es posible quisiera como ya te lo pedí Gloria, el Correo de Luján, porque debo agradecerle su excepcional curso, y además deseo sus impresiones sobre «Amemos la Biblia». Gracias nuevamente por tus enseñanzas tan claras y efectivas. Ya nos veremos. Un beso Oscar

  2. Leí con gran apasionamiento los brillantes artículos referidos al IV Evangelio y la comunidad joánica, que siempre despertaron mi especial interés. ¡MUCHAS GRACIAS!!!

  3. Fraternal saludo en el Señor Jesús. Excelente documento. Muuy adecuado para nuestra comprensión y vivencia del cirpus joanico. Gracias y bendiciones.

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